Gailhoustet fue pionera en una forma más urbana del brutalismo, donde se desplegaron terrazas escalonadas y jardines urbanos y donde hubo un intento de armonizar la vivienda brutalista con su contexto al pie de la calle. Sus edificios a menudo se desvían de la norma estilística del brutalismo para crear espacios luminosos, coloridos y animados con grandes ventanales y espacios acogedores. A través de gestos sensibles, se relacionan con la gente y la ciudad y desde entonces se han convertido en una inspiración y un modelo de lo que realmente implica una vivienda generosa.
En 1969, Gailhouste se convirtió en la arquitecta principal de la renovación urbana de los suburbios de Ivry-sur-Seine, ubicados en el sureste de París. La iniciativa fue una respuesta a la apremiante necesidad de posguerra de viviendas en París. El plan que ideó Gailhoustet para el área fue un rechazo de los grandes complejos y en su lugar una variedad de varios tipos de edificios, separados por espacios abiertos. El resultado fue un entorno urbano cohesionado pero con diversidad ecléctica en la configuración espacial, aún hoy habitado. Gailhoustet dejaría su marca en otros suburbios de París, proyectando en Aubervilliers, Saint-Denis y Villejuif el conocimiento y la experiencia adquiridos en el diseño de Ivry-sur-Seine, además de los dos planes de renovación urbana para la Isla Reunión.