Archdaily | Vania Masalías – En la cordillera de los Andes peruanos, a más de 3700 metros de altitud, se encuentra el puente colgante de cuerda Q’eswachaka, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. El puente tejido a mano, que une las dos laderas de una quebrada sobre el río Apurímac, se ha convertido en el último puente inca en uso que ha sobrevivido a la modernidad. Esto ha sido posible gracias a la transmisión de la cultura e ingeniería inca a lo largo de sus generaciones, las cuales renuevan el puente cada año para su conservación.
A tres horas y media de la ciudad de Cusco, en el distrito de Quehue, se encuentra el puente Q’eswachaka, con 29 metros de largo y 1.20 metros de ancho, forma parte de la extensa red de caminos del Imperio inca Qhapaq Ñan. En la cual, se fabricaron puentes colgantes a base de fibras vegetales para poder traspasar la accidentada geografía propia de los Andes. Por consiguiente, durante los últimos 600 años, las familias de las comunidades de Chaupibanda, Choccayhua, Huinchiri y Ccollana se reúnen anualmente para la renovación del puente Q’eswachaka. Se trata de un proceso ancestral que tiene una duración de tres días y concluye con un festival de danzas autóctonas.