Archdaily | David Briggs –
En Childhood’s End, el clásico de ciencia ficción de Arthur C. Clarke de mediados del siglo XX, un personaje se pregunta si los habitantes aplastados que experimentan la tremenda fuerza gravitatoria de un planeta lejano son conscientes de la tercera dimensión. En los últimos años, esta hipótesis ha encontrado paralelismos en nuestro creciente universo digital, donde continuamente nos atraen nuestras pantallas planas para confirmar nuestra relevancia, conectarnos con personas de ideas afines o crear perfiles de citas. Con lapsos de atención cautivados por un sinfín de contenido digital, caminar por la calle se ha convertido en un delicado baile de evitar que las personas miren sus teléfonos sin darse cuenta — aquellos que, recordando la famosa pregunta de Ada Louise Huxtable, “¿Patearon un edificio últimamente?“, podría entrar directamente en uno.
A medida que se cargue más información en el éter, ¿será nuestra existencia definida por lo que encontramos en el mundo virtual? Parece que la industria de la tecnología lo quiere de esta manera, comenzando con la horrible y distópica iniciativa Metaverso de Mark Zuckerberg. Si tiene éxito, el cumplimiento de nuestros deseos requerirá que nos pongamos unos auriculares. El Metaverso y otras plataformas alimentarán nuestras adicciones animándonos a manipular nuestros perfiles y buscar validación. El desarrollo independiente de un conjunto rico y coherente de valores perderá frente al tenso final político y social que se desarrolla a diario en el panorama digital.