Archdaily | Eduardo Souza – Las infraestructuras urbanas entregan comodidad a sus habitantes y mitigan posibles riesgos de desastres, como inundaciones. Los subterráneos, en concreto, quitan de nuestras vistas los sistemas urbanos y se configuran como auténticos laberintos bajo las calles. Distribución de agua potable, saneamiento urbano, alcantarillado e incluso cableado eléctrico y de fibra óptica, pasan bajo nuestros pies sin que nos demos cuenta. Para ello, la industria lleva más de 100 años desarrollando piezas prefabricadas de hormigón, que aportan rapidez de construcción y adecuada resistencia al esfuerzo. Los tubos de hormigón de sección circular, en sus más diversos diámetros, son quizás los conductos más utilizados y ubicuos en el mundo. Pero hay quienes también utilizan estas estructuras en usos arquitectónicos creativos.
Los tubos de hormigón son conductos rígidos, con estructura propia, que pueden contener o no refuerzo metálico, según sus exigencias estructurales. Su geometría le permite soportar adecuadamente el peso de la tierra y otras cargas estructurales accidentales. Estas piezas se dimensionan y especifican según el caudal, su especificidad (conducción de aguas pluviales o aguas residuales, por ejemplo) y según la resistencia mecánica que actuará sobre la pieza. En arquitectura, quizás el primer uso que se viene a la mente es en parques infantiles. Un tubo de hormigón es, en sí mismo, un juego divertido.
Enfocada en los niños y niñas, la Infraestructura Sanitaria Toigetation 2 de H&P Architects utilizó tramos de tubos para crear lavamanos adecuados a su altura, variando su función original al ubicar las piezas en posición vertical.